El gobernador les ordenó que no comieran nada de los sacrificios del santuario hasta que un sacerdote pudiera consular con el Señor sobre el asunto a través del Urim y el Tumim.
“Ahora, por un corto tiempo, el Señor, nuestro Dios, nos ha dado gracia, preservando a algunos de nosotros como un remanente, y dándonos seguridaden su lugar santo. Nuestro Dios ha iluminado nuestras vidas dándonos un alivio de nuestra esclavitud.