Entonces fueron y llamaron a los guardianes de la ciudad: “Pasamos por el campamento arameo y no había nadie, ¡ni un ruido de nadie! Sólo había caballos y asnos atados, y las tiendas las dejaron tal como estaban”.
Selomot y sus parientes estaban a cargo de todos los tesoros de todo lo que había sido dedicado por el rey David, por los jefes de familia que eran los comandantes de millares y de centenas, y por los comandantes del ejército.