Se puso la integridad como coraza y el casco de la salvación en la cabeza. Se vistió con ropas de venganza y se envolvió con determinación como un manto.
No sigan los caminos de este mundo; por el contrario, sean transformados por la renovación espiritual de sus mentes, a fin de que puedan demostrar cómo es realmente la voluntad de Dios: buena, agradable, y perfecta.
A través del bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo fue levantado de los muertos por medio de la gloria del Padre, nosotros también podamos vivir una vida nueva.
Pero ahora hemos sido libertados de la ley, y hemos muerto a lo que nos encadenaba, a fin de que podamos servir de un nuevo modo, en el Espíritu, y no a la manera de la antigua letra de la ley.
Así que todos nosotros, con nuestros rostros descubiertos, vemos y reflejamos al Señor como en un espejo. Estamos siendo transformados conforme a la misma imagen del espejo, cuya gloria es cada vez más brillante. Esto es lo que hace el Señor, que es el Espíritu.
Pues él se entregó a sí mismo por nosotros, para podernos libertar de toda nuestra maldad, y para limpiarnos para él, como un pueblo que le pertenece, y que está dispuesto a hacer el bien.