¿Quién puede separarnos del amor de Cristo? ¿Acaso la opresión, la angustia, o la persecución? ¿O acaso el hambre, la pobreza, el peligro, o la violencia?
He sido justificado con Cristo, de modo que ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí. La vida que ahora vivo en este cuerpo, la vivo confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí.
Me gusta pensar de esta manera respecto a todos ustedes porque son muy importantes para mí. Aunque esté en prisión o aunque esté allá afuera predicando la buena noticia, todos ustedes comparten conmigo la gracia de Dios.
De este modo, vivirán vidas que representen correctamente al Señor y que le agraden, dando lugar a todo tipo de buenos frutos y recibiendo mayor conocimiento de Dios.