Entonces, ¿qué ventaja real tienen los sabios sobre los insensatos? Y los pobres, ¿ganan realmente algo con saber comportarse ante los demás?
Cuando Abrán tenía 99 años, el Señor se le apreció y le dijo: “Yo soy el Dios Altísimo. Vive en mi presencia y haz el bien.
Me aseguraré de que mi vida sea irreprochable. ¿Cuándo vendrás a ayudarme? Mi vida será íntegra, incluso en privado.
Ahora puedo caminar con el Señor en la tierra de los vivos.
Mejor es ser pobre y honesto, que un tonto y mentiroso.
Cuanto más ganas, más gastos tienes. ¡Sólo pareciera que tuvieras más!
¡Alégrate de lo que tienes en lugar de correr detrás de lo que no tienes! Pero esto también es difícil de hacer, como correr detrás del viento.
Ambos hacían lo que era recto delante de Dios, y eran cuidadosos en seguir los mandamientos del Señor y las normas.
Advierte a los que son ricos en el mundo presente para que no se vuelvan orgullosos. Diles que no pongan su fe en la riqueza que es tan efímera, sino en Dios, quien nos da gratuitamente todo para nuestro deleite.