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Referencias Cruzadas
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Daniel 3:24

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Entonces el rey Nabucodonosor se levantó de repente asombrado. “¿No hemos arrojado a tres hombres atados al horno?” , preguntó a sus consejeros. “Sí, así es, Su Majestad”, respondieron ellos.

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18 Referencias Cruzadas  

Hizo lo que era malo a los ojos del Señor, tal como lo había hecho la familia de Acab. Pues después de la muerte de su padre ellos fueron sus consejeros, para su ruina.

“Si nuestro Dios, a quien servimos, así lo desea, él es capaz de rescatarnos del horno de fuego ardiente. Él nos salvará de su poder, Su Majestad.

Sadrac, Mesac y Abednego, aún atados, cayeron en el horno de fuego ardiente.

“¡Mira!”, gritó. “¿Cómo es que puedo ver a cuatro hombres, no atados, caminando en el fuego y sin quemarse? Y el cuarto parece un dios!”

Este eres tú, Majestad. Te has hecho fuerte, tu poder se ha hecho tan grande que ha llegado hasta el cielo, y tu dominio se extiende hasta los confines de la tierra.

“Así que, Majestad, hazme caso. Deja de pecar y haz lo que es correcto. Acaba con tus iniquidades y sé misericordioso con los oprimidos. Tal vez entonces las cosas sigan yendo bien para ti”.

Su Majestad, el Dios Altísimo le dio a su padre Nabucodonosor este reino, y poder, gloria y majestad.

Su rostro palideció, y se asustó mucho. Sus piernas cedieron y sus rodillas se golpearon.

Mi Dios envió a su ángel para cerrar la boca de los leones. No me han hecho daño porque he sido hallado inocente a sus ojos. Además, nunca le he hecho ningún mal, Su Majestad”.

“Hemos acordado todos -ministros principales, prefectos, gobernadores provinciales, consejeros y gobernadores locales- que Su Majestad emita un decreto, de cumplimiento legal, para que durante los próximos treinta días cualquiera que rece a cualquier dios o ser humano excepto usted, Su Majestad, sea arrojado al foso de los leones.

Cuando Pedro tocó la puerta, una sierva llamada Rode salió a abrirle.

Y cerca de la hora del mediodía, Su Majestad, vi una luz que venía del cielo y era más brillante que el sol. Iluminó todo a mi alrededor y a los que iban viajando conmigo.

“Rey Agripa, ¿cree usted en lo que dijeron los profetas? ¡Estoy seguro que sí!”

“Levántate, ve a la ciudad y allí se te dirá lo que debes hacer”.

Cuando Saúl vio que David salía a luchar contra el filisteo, le preguntó a Abner, el comandante del ejército: “Abner, ¿de quién es hijo ese joven?” “Por su vida, Su Majestad, no lo sé”, respondió Abner.




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