Entonces el Señor le dijo a Satanás: “Muy bien, tienes el poder de hacer lo que quieras con todo lo que tiene, pero no lo hieras a él físicamente”. Entonces Satanás se fue de la presencia del Señor.
“Cuando el Señor pase a castigar a los egipcios, verá la sangre en la parte superior y en los lados del marco de la puerta. Pasará porencima de la puerta y no permitirá que el destructor entre en sus casas y los mate.
“Recorre toda la ciudad de Jerusalén y pon una marca en la frente de los que suspiran y se lamentan por todos los pecados repugnantes que se cometen allí”.
Maten a los ancianos, a los jóvenes y a las niñas, a las mujeres y a los niños, pero no se acerquen a los que tienen la marca. Empezad por mi santuario”. Así que empezaron por matar a los ancianos que estaban delante del Templo.
Y escuché lo que parecía una voz de entre las cuatro criaturas vivientes, que decía: “Dos libras de trigo cuestan el salario de un día, y tres libras de cebada cuestan lo mismo. Pero no dañen el aceite ni el vino.”
Entonces vi cuatro ángeles que estaban en pie en las cuatro esquinas de la tierra sosteniendo los cuatro vientos, para evitar que alguno de ellos golpeara la tierra, el mar, o algún árbol.
Y el primer ángel hizo sonar su trompeta. Y llovía fuego y granizo mezclado con sangre sobre la tierra. Una tercera parte de la tierra se quemó, y una tercera parte de los árboles se quemó también.