Y cuando abrió el tercer sello, escuché a la tercera criatura viviente decir: “¡Ven!” Entonces miré y vi un caballo negro. El que lo cabalgaba sostenía una balanza en su mano.
Luego continuó: “¡Hijo de hombre, mira! Voy a acabar con el suministro de alimentos de Jerusalén. Preocupados por la enfermedad, comerán pan racionado por peso. Desesperados por lo que está sucediendo, beberán agua medida en pequeñas cantidades.
Enviaré una hambruna para que haya escasez de pan. Un horno servirá para las necesidades de diez mujeres que hacen pan. Se distribuirá por peso para que coman, pero no tendrán suficiente.
El carruaje tirado por caballos blancos fue al norte; el carruaje con caballos blancos, fue en dirección al oeste; y el carruaje que era tirado por caballos grises, se dirigió al sur.
Entonces uno de los ancianos me habló y me dijo: “No llores. El León de la tribu de Judá, el Descendiente de David, ha ganado la batalla y puede abrir el rollo y sus siete sellos”.
Ellos cantaban un cántico nuevo: “Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, pues tú fuiste inmolado y con tu sangre redimiste para Dios gentes de toda tribu, lengua, pueblo y nación.