Un torrente de fuego brotaba ante él. Miles de personas acudieron a él; diez mil veces diez mil estuvieron de pie ante él. El tribunal se sentó para comenzar su juicio, y se abrieron los libros.
Y frente al trono se extendía un mar de vidrio, transparente como el cristal. En el centro, y alrededor del trono había cuatro criaturas vivientes cubiertas de ojos, por delante y por detrás.
Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y veinticuatro ancianos sentados sobre ellos, vestidos de blanco y usando coronas de oro en sus cabezas.
Entonces escuché lo que sonaba como el ruido de una gran multitud, como torrentes de agua y un gran trueno, que gritaba: “¡Aleluya! ¡Porque el Señor nuestro Dios, el Todopoderoso reina!
Y todos los ángeles que rodeaban el trono, y los ancianos, así como las cuatro criaturas vivientes, cayeron postrados con sus rostros a tierra ante el trono, adorando a Dios.
Entonces vi a un Cordero que parecía como si lo hubieran sacrificado. Estaba en pie en el centro, junto al trono y las cuatro criaturas vivientes, en medio de los ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos que son los siete Espíritus de Dios que son enviados a toda la tierra.
Micaías continuó diciendo: “Escucha, pues, lo que dice el Señor. Vi al Señor sentado en su trono, rodeado de todo el ejército del cielo que estaba a su derecha y a su izquierda.
Dijo: El Señor vino del monte Sinaí y nos iluminó desde el monte Seir. Salió del monte Paran con diez mil santos, con fuego ardiente en su mano derecha.
Cuando tomó el rollo, las cuatro criaturas vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron postrados delante del Cordero. Y cada uno tenía un harpa y tazas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los creyentes.