Y otro ángel salió del Templo y gritaba a gran voz al que estaba sentado en la nube: “Toma tu hoz y empieza a segar, porque es tiempo de la cosecha, y la cosecha de la tierra está madura”.
No puedo callar por mi amor a Sión, no puedo callar por mi amor a Jerusalén, hasta que su integridad brille como un rayo de luz, hasta que su salvación arda como una antorcha.
Esto es lo que dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: El pueblo de Babilonia es como una era cuando el grano es pisoteado. Su tiempo de cosecha llegará muy pronto.
“Comiencen a usar la hoz, porque la cosecha está madura. Vengan y pisen las uvas, porque la presa de vino está llena y las tinajas rebosan porque su maldad es grande.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces le diré a los segadores: reúnan primero la maleza, átenla en bultos y quémenlos. Luego reúnan el trigo y almacénenlo en mi granero’”.
tratando de detener nuestra predicación a las otras naciones para impedir que se salven. Ellos siempre están pecando hasta el máximo nivel, pero para ellos ha llegado el juicio con todo su peso.
Entonces se abrió el Templo de Dios en el cielo, y el arca del pacto se podía ver dentro de su Templo. Y hubo rayos y relámpagos, truenos, un terremoto y una granizada.
E impuso la misma autoridad que la bestia, en su nombre, e hizo que la tierra y los que viven en ella adoraran a la primera bestia, cuya herida mortal había sanado.
Entonces miré y vi una nube blanca. Y sobre la nube estaba sentado uno que parecía como el Hijo de hombre, usando una corona de oro y sostenía en su mano una hoz afilada.
A él le siguió un ángel que venía desde el altar que servía para el fuego, y clamó a gran voz al ángel que tenía la hoz afilada: “Toma tu hoz y recoge los racimos de uvas de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras”.
Y clamaban, diciendo: “¿Hasta cuándo, Señor, que eres santo y verdadero, harás juicio y traerás justicia sobre aquellos en la tierra que derramaron nuestra sangre?”