Entonces Pablo fue primero a Derbe, y luego a Listra, donde conoció a un creyente llamado Timoteo. Este era el hijo de una madre cristiana judía, y su padre era griego.
Les escribo a todos ustedes que están en Roma, que son amados de Dios y están llamados para ser su pueblo especial. ¡Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo!
Queridos amigos, no procuren la venganza, más bien dejen que Dios sea quien haga juicio—tal como señala la Escritura: “‘Es a mí a quien corresponde administrar la justicia, yo pagaré,’ dice el Señor”.
Por eso les envié a Timoteo, mi hijo fiel en el Señor y a quien amo. Él les recordará la manera como yo sigo a Cristo, así como siempre lo enseño en cada iglesia que visito.
Así que permanezcan firmes en el Señor, mis queridos amigos, pues ustedes son muy importantes para mí, y me hacen muy feliz. ¡Ustedes son mi corona! ¡En verdad los amo y anhelo verlos!
Esta carta la envío a Timoteo. Tú eres mi hijo por causa de tu fe en Dios. Recibe gracia, misericordia y paz de Dios el Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Esta carta va dirigida a Tito, mi verdadero hijo por medio de la fe en Dios que tenemos en común. Ten gracia y paz de Dios el Padre, y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.