Entonces les dije a los levitas que se purificaran y vinieran a vigilar las puertas para santificar el día de reposo. Dios mío, por favor, acuérdate también de mí por haber hecho esto, y sé misericordioso conmigo a causa de tu amor digno de confianza.
También dispuse que se suministrara madera para el altar en los tiempos especificados, y que se donara la primera parte de los productos. Dios mío, acuérdate de mí favorablemente.
Esa también es una razón por la cual sufro todas estas cosas, pero no me avergüenzo, porque sé en quién he confiado. Estoy seguro de que él puede cuidar de lo que le he confiado hasta el Día de su regreso.
Que el Señor le otorgue su bendición en el Día del Juicio. (Timoteo, tu eres muy consciente de cuántas cosas Onesíforo hizo por mi cuando estuve en Éfeso).
Así mismo no se avergüencen de contar a otros sobre nuestro Señor, ni se avergüencen de mí. En lugar de ello, estén listos para participar del sufrimiento por causa de la buena noticia a medida que Dios los fortalece.
Mostraron compasión con los que estaban en la cárcel, y entregaron con alegría sus posesiones cuando les fueron confiscadas, sabiendo que cosas mejores vendrán para ustedes, cosas que realmente perdurarán.
Dios no hubiera sido injusto como para olvidarse de lo que ustedes han hecho y del amor que le han demostrado mediante el cuidado que han brindado a los hermanos creyentes, lo cual es algo que todavía siguen haciendo.
Sin embargo, al partir, Noemí le dijo a sus dos nueras: “Vuelvan cada una a la casa de sus madres, y que el Señor sea tan bueno con ustedes como lo ha sido conmigo y con los que han muerto.