Deja que sea una persona buena la que me castigue con amor y que me corrija. Sería como una unción, y no me negaré a ello. Pero aún así oraré por los que hacen el mal.
Aunque pareciera que me enorgullezco mucho de nuestra autoridad, no me avergüenzo de ello. El Señor nos dio esta autoridad para edificarlos a ustedes, no para destruirlos.
Por eso les escribo sobre esto ahora que no estoy con ustedes, para que cuando sí esté allá, no tenga necesidad de tratarlos con dureza e imponiendo mi autoridad. El Señor me dio autoridad para edificar, no para destruir.
Mis amigos, si alguno se extravía por causa del pecado, ustedes, que son espirituales, deberían traerle de regreso con espíritu de mansedumbre. Y cuídense de no ser tentados también.
Los exhortamos, hermanos y hermanas, a que adviertan a los que son perezosos, animen a los que están ansiosos, ayuden a los débiles, y sean pacientes con todos.
Ahora queremos decirles, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que no se asocien con ningún creyente que no quiera trabajar por su sustento, esos que no siguen las enseñanzas que aprendieron de nosotros.