La victoria de ese día se convirtió en luto para todo el ejército, porque les dijeron: “El rey está de luto por su hijo”.
Joab, hijo de Sarvia, sabía que el rey seguía pensando en Absalón.
Pronto le dijeron a Joab: “El rey está llorando y haciendo duelo por Absalón”.
Aquel día volvieron a la ciudad como lo hacen los derrotados, avergonzados por haber huido de la batalla.
Si el rey sonríe, vivirás. Su bendición es como las nubes que traen lluvia en primavera.
Cuando un rey se enoja, se escucha como un león rugiente. Pero su bondad es tan suave como el rocío sobre la hierba.