“El primer hombre me parece que corre como Ahimaas, hijo de Sadoc”, dijo el vigilante. “Es un buen hombre”, respondió el rey. “Traerá buenas noticias”.
Entonces fueron y llamaron a los guardianes de la ciudad: “Pasamos por el campamento arameo y no había nadie, ¡ni un ruido de nadie! Sólo había caballos y asnos atados, y las tiendas las dejaron tal como estaban”.