En la carta, David le decía a Joab: “Pon a Urías justo al frente, donde la lucha es peor, y luego retrocede detrás de él para que lo ataquen y lo maten”.
¿Quién mató a Abimelec, hijo de Jerub-Beshet? ¿No fue una mujer la que dejó caer una piedra de molino sobre él desde el muro, matándolo allí en Tebez? ¿Por qué se acercó tanto a la muralla?’ Tú dile: ‘Además, tu oficial Urías el hitita fue asesinado’”.
Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó aparte a la puerta de la ciudad, como si fuera a hablar con él en privado. Pero Joab lo apuñaló en el vientre, matándolo en venganza por haber matado a Asael, el hermano de Joab.
“Además, ya sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, y lo que les hizo a Abner, hijo de Ner, y a Amasa, hijo de Jeter, los dos comandantes del ejército de Israel. Los asesinó, derramando la sangre de la guerra en tiempos de paz. Untó la sangre de la guerra en su cinturón y en sus sandalias.
Entonces Jehú les escribió una segunda carta en la que les decía: “Si están de mi parte, y si van a obedecer lo que yo diga, tráiganme mañana a esta hora a Jezrel las cabezas de los hijos de su señor”. Los setenta hijos del rey estaban siendo criados por los principales hombres de la ciudad.