Dios, hablas como si esto fuera una cosa pequeña para ti, y también has hablado del futuro de mi casa, de la dinastía de mi familia. ¿Es esta tu forma habitual de tratar con los seres humanos, Señor Dios?
No vio nada de qué preocuparse al seguir los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, e incluso se casó con Jezabel, hija de Etbaal, rey de los sidonios, y comenzó a servir y adorar a Baal.
Al mismo tiempo, un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y le dijo: “Esto es lo que dice el Señor: ¿Ves este enorme ejército? Sólo mira, porque hoy te haré victorioso, y te convencerás que yo soy el Señor”.
Entonces el hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo: “Esto es lo que dice el Señor: Como los arameos han dicho: ‘El Señor es sólo un dios de las montañas y no de los valles’, yo te haré victorioso sobre todo este enorme ejército. Entonces se convencerán de que yo soy el Señor”.
Él dice: “No es gran cosa que seas mi siervo para hacer volver a las tribus de Jacob, a ese pueblo de Israel que he conservado. También voy a hacer de ti una luz para los extranjeros, para que mi salvación llegue a todos”.
“Hijo de hombre -me dijo-, ¿has visto esto? El pueblo de Judá no se contenta con hacer estas cosas repugnantes. También cometen crímenes violentos en todo el país y siguen haciéndome enojar. Mira cómo me insultan deliberadamente!