El rey Ben-hadad hizo lo que Asa le había pedido, y envió a sus ejércitos y a sus comandantes a atacar las ciudades de Israel. Conquistaron Ijón, Dan, Abel-maim y todas las ciudades almacén de Neftalí.
Acaz tomó lo que era valioso del Templo del Señor, del palacio del rey y de sus funcionarios y se lo entregó al rey de Asiria como tributo. Pero no le sirvió de nada.
Como resultado, el Señor, su Dios, permitió que el rey de Aram conquistara a Acaz. Los arameos lo atacaron y capturaron a muchos de su pueblo, llevándolos a Damasco. Acaz también fue derrotado por el rey de Israel en un ataque masivo.
Los elamitas recogen sus cartuchos llenos de flechas y preparan sus carros y jinetes, mientras el pueblo de Quir descubre sus escudos listos para la batalla.
“Los edificios de ladrillo se han derrumbado, pero los reconstruiremos con piedra labrada; las higueras de sicómoro han sido cortadas, pero las reemplazaremos con cedros”.
¿No son los etíopes tan importantes para mi como lo son ustedes, pueblo de Israel? – pregunta el Señor. Sí, yo saqué a los israelitas de la tierra de Egipto, pero también saqué a los filisteos de Creta, así como a los sirios los saqué de Quir.