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Referencias Cruzadas
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2 Reyes 12:9

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El sacerdote Joyadá tomó una gran caja de madera, hizo un agujero en su tapa y la colocó a la derecha del altar, junto a la entrada del Templo del Señor. Allí, los sacerdotes que custodiaban la entrada ponían en la caja todo el dinero que se traía al Templo del Señor.

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12 Referencias Cruzadas  

Entonces los sacerdotes acordaron no recibir más dinero del pueblo, y que no realizarían ellos mismos las reparaciones del Templo.

“Ve al sumo sacerdote Jilquías y dile que cuente el dinero que los porteros han recogido de la gente que viene al Templo del Señor.

Entonces el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a los sacerdotes de segundo rango y a los porteros que sacaran del Templo del Señor todo lo que se había hecho para Baal, Asera y la adoración del sol, la luna y las estrellas. Los quemó fuera de Jerusalén, en los campos de Cedrón, y llevó sus cenizas a Betel.

El comandante de la guardia tomó como prisioneros a Seraías, el jefe de los sacerdotes, al sacerdote Sofonías, segundo en rango, y a los tres porteros del Templo.

El segundo grupo de levitas estaba formado por Zacarías, Jaaziel, Semiramot, Jehiel, Uni, Eliab, Benaía, Maaseías, Matatías, Elifelehu y Micnías; y los porteros Obed-edom y Jeiel.

Los sacerdotes Sebanías, Josafat, Natanel, Amasai, Zacarías, Benaía y Eliezer debían tocar las trompetas delante del Arca de Dios. Obed-edom y Jeías también fueron designados para custodiar el Arca.

Un día en tus atrios es mejor que mil en cualquier otro lugar. Preferiría permanecer en la casa del Señor siendo portero, que vivir cómodamente en la casa de los malvados.

Luego los llevé al Templo del Señor, a una sala que usaban los hijos de Hanán, hijo de Igdaliah, un hombre de Dios. Estaba junto a la que usaban los funcionarios, que estaba encima de la habitación de Maasías hijo de Salum, que era el portero del Templo.

El comandante de la guardia tomó como prisioneros a Seraías, el jefe de los sacerdotes, al sacerdote Sofonías, segundo en rango, y a los tres porteros del Templo.

Jesús se sentó al otro lado de la alcancía de la tesorería del Templo, mientras veía a la gente echando las monedas. Muchos ricos que estaban allí daban mucho dinero, de manera extravagante.

Mirando a su alrededor, Jesús observaba a las personas ricas y cómo daban sus ofrendas en la caja de recolección.




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