Los funcionarios que lo atacaron y mataron fueron Jozacar, hijo de Simat, y Jozabad, hijo de Semer. Lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David. Su hijo Amasías le sucedió como rey.
David se fue a vivir a la fortaleza y la llamó Ciudad de David. La extendió en todas las direcciones, empezando por las terrazas de apoyo exteriores y avanzando hacia el interior.
Basá, hijo de Ahías, de la tribu de Isacar, tramó una rebelión contra él. Basá asesinó a Nadab en la ciudad filistea de Guibetón, mientras Nadab y todo el ejército israelita la asediaban.
Por la mañana Jehú salió a hablar con el pueblo que se había reunido. “Ustedes no han hecho nada malo”, les dijo. “Yo fui el que conspiró contra mi maestro y lo mató. Pero ¿quién mató a todos estos?
Joacaz, hijo de Jehú, llegó a ser rey de Israel en el año veintitrés del reinado de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá. Reinó en Samaria durante diecisiete años.
Entonces Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, tramó una rebelión contra Joram. Joram y todo el ejército israelita habían estado defendiendo Ramot-Galad contra Jazael, rey de Aram.
Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo sucedido, corrió por el camino hacia Bet-hagán. Pero Jehú lo persiguió, gritando: “¡Dispárenle también a él!”. Así que fusilaron a Ocozías en su carro en el camino hacia Gur, cerca de Ibleam. Logró escapar a Meguido, pero allí murió.
Cuando los arameos se fueron, dejaron a Joás malherido. Pero entonces sus propios oficiales conspiraron contra él por haber asesinado al hijo del sacerdote Joiada, y lo mataron en su lecho. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el cementerio de los reyes.