Hizo lo que era malo a los ojos del Señor, tal como lo había hecho la familia de Acab. Pues después de la muerte de su padre ellos fueron sus consejeros, para su ruina.
Luego convocó a los gobernadores provinciales, prefectos, gobernadores locales, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y todos los funcionarios de las provincias para que acudieran a la dedicación de la estatua que había colocado.
Entonces el rey Nabucodonosor se levantó de repente asombrado. “¿No hemos arrojado a tres hombres atados al horno?” , preguntó a sus consejeros. “Sí, así es, Su Majestad”, respondieron ellos.
Has seguido las leyes de Omri, y has adoptado las prácticas de la casa de Ajab, siguiendo sus caminos. Así que asolaré tu nación y el pueblo que habita allí será objeto de escarnio. Tú cargarás la vergüenza de mi pueblo.