“Mira, aquí vienen los ejércitos de Amón, Moab y el Monte Seir, esos mismos países que no dejaste que Israel invadiera cuando salieron de Egipto. Israel los dejó en paz y no los destruyó.
En cuanto empezaron a cantar y a alabar, el Señor tendió una emboscada a los hombres de Amón, Moab y el monte Seír que venían a atacar a Judá, y fueron derrotados.
Esto es lo que dice el Señor: El pueblo de Edom ha pecado en repetidas ocasiones, y por ello no vacilaré en castigarlos, porque han perseguido a los Israelitas, quienes son parte de su misma familia, matándolos con espada. Los atacaron sin misericordia, despedazándolos con ira insaciable.
Sin embargo, cuando entres en territorio amonita, no les causes problemas ni luches con ellos, porque no les daré a ustedes ninguna tierra amonita, pues se la he dado a los descendientes de Lot y les pertenece”.
Entonces el Señor me dijo: “No causes problemas a los moabitas ni los combatas, porque no te voy a dar nada de su tierra, porque he dado Ar a los descendientes de Lot y les pertenece”.