Entonces Sedequías, hijo de Quená, fue y abofeteó a Micaías en la cara, y le preguntó: “¿Por dónde se fue el Espíritu del Señor cuando me dejó hablar contigo?”
Uno de ellos, Sedequías, hijo de Quená, se había hecho unos cuernos de hierro. Anunció: “Esto es lo que dice el Señor: ‘¡Con estos cuernos vas a cornear a los arameos hasta que estén muertos!’”
Entonces algunos de ellos comenzaron a escupirlo. Le vendaron los ojos, lo golpeaban en la cabeza y le decían: “¡¿Por qué no profetizas ‘profeta’?!” Y los guardias se lo llevaron y lo golpearon.