En el año treinta y nueve de su reinado, Asa tuvo problemas con una enfermedad en los pies, que se fue agravando. Sin embargo, ni siquiera en su enfermedad se dirigió al Señor, sino sólo a los médicos.
Fue enterrado en la tumba que él mismo había preparado en la Ciudad de David. Lo colocaron en un lecho lleno de especias, aceites perfumados y fragancias. Luego hicieron un gran fuego para honrarlo.