Griten: “¡Sálvanos, Señor, Dios nuestro! Reúnenos de entre las naciones, rescátanos, para que podamos darte gracias y alabar lo magnífico y santo que eres”.
Él dice: “No es gran cosa que seas mi siervo para hacer volver a las tribus de Jacob, a ese pueblo de Israel que he conservado. También voy a hacer de ti una luz para los extranjeros, para que mi salvación llegue a todos”.
Porque nos nacerá un niño, se nos dará un hijo. Él llevará la responsabilidad de gobernar. Se llamará Consejero maravilloso, Dios poderoso, Padre eterno, Príncipe de la paz.
Y en ese momento, llegó donde ellos estaban, y comenzó a alabar a Dios. Y les habló de Jesús a todos los que estaban allí los que esperaban el tiempo en que Dios libertaría a Jerusalén.
“Porque Dios amó al mundo, y lo hizo de esta manera: entregó a su único Hijo, a fin de que todos los que crean en él no mueran, sino que tengan vida eterna.
Pero el don de Jesús no es como el pecado de Adán. Aunque mucha gente murió por culpa del pecado de un hombre, la gracia de Dios es mucho más grande y ha sido dada a muchos a través de su don gratuito en la persona de Jesucristo.
¡Pero gloria a Dios, que siempre nos guía hacia la victoria en Cristo, y revela un dulce aroma de su conocimiento a través de nosotros, dondequiera que vamos!
Todo lo que es bueno, todo don perfecto, viene de arriba, y desciende del Padre que hizo las luces del cielo. A diferencia de ellas, él no cambia, él no varía ni arroja sombras.