Estas son las instrucciones que quiero darte, Timoteo, mi hijo, siguiendo las profecías que te han traído hasta aquí, para que puedas pelear la buena batalla.
Entonces Pablo fue primero a Derbe, y luego a Listra, donde conoció a un creyente llamado Timoteo. Este era el hijo de una madre cristiana judía, y su padre era griego.
Por eso les envié a Timoteo, mi hijo fiel en el Señor y a quien amo. Él les recordará la manera como yo sigo a Cristo, así como siempre lo enseño en cada iglesia que visito.
¿Acaso qué soldado alguna vez tuvo que pagar su propio salario? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién alimenta un rebaño y no consume su leche?
Esta carta la envío a Timoteo. Tú eres mi hijo por causa de tu fe en Dios. Recibe gracia, misericordia y paz de Dios el Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
La razón por la que insisto en esto es para que podamos tener el amor que nace de un corazón puro, de una conciencia limpia y de la fe sincera en Dios.
No descuides el don de la gracia de Dios que tienes y que te fue dado por inspiración profética cuando los ancianos de la iglesia impusieron sus manos sobre ti.
Esta carta va dirigida a Tito, mi verdadero hijo por medio de la fe en Dios que tenemos en común. Ten gracia y paz de Dios el Padre, y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.