En el caso de Abiatar, el sumo sacerdote, el rey le dijo: “Vete a casa y cuida tus campos. Deberías ser condenado a muerte, pero no te mataré ahora porque llevaste el Arca del Señor Dios por delante de mi padre David y pasaste con él por todos sus momentos difíciles”.
“Él entró a la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió del pan de la consagración, del cual no podía comer nadie, excepto los sacerdotes, y lo dio a comer a sus hombres también”.
Pero mientras Saúl hablaba con el sacerdote, el alboroto que venía del campamento filisteo era cada vez más fuerte. Así que Saúl le dijo al sacerdote: “¡Olvídalo!”