Mientras Abigail montaba en su burro por un valle de la montaña, vio que David y sus hombres bajaban hacia ella, y les salió al encuentro.
Puso la silla de montar en el asno y le dijo a su criado: “¡Vamos rápido! No te detengas por mí si no te lo digo yo”.
Entonces les dijo a sus hombres: “Vayan ustedes adelante. Yo los seguiré”. Pero no le dijo nada a su marido Nabal.
David acababa de quejarse: “¡De nada sirvió proteger las pertenencias de este hombre en el desierto! No le han robado nada en absoluto y, sin embargo, ¿qué hace? ¡Me devuelve mal por bien!