Este es el relato de los trabajos forzados que el rey Salomón impuso para construir el Templo del Señor, su propio palacio, las terrazas y la muralla de Jerusalén, así como Hazor, Meguido y Guézer.
“Tu padre nos impuso una pesada carga”, le dijeron. “Pero ahora, si aligeras la carga que tu padre impuso y las pesadas exigencias que nos impuso, te serviremos”.
Eran los descendientes restantes de los pueblos que los israelitas no habían destruido. Salomón los hizo trabajar como mano de obra forzada, como lo hacen hasta el día de hoy.