Mientras tanto, los oficiales del rey de Aram le dijeron: “Sus dioses son dioses de las montañas. Por eso pudieron derrotarnos. Pero si luchamos contra ellos en las tierras bajas, podremos vencerlos.
Entonces el hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo: “Esto es lo que dice el Señor: Como los arameos han dicho: ‘El Señor es sólo un dios de las montañas y no de los valles’, yo te haré victorioso sobre todo este enorme ejército. Entonces se convencerán de que yo soy el Señor”.
Los oficiales de Ben Adad le dijeron: “Mira, hemos oído que los reyes israelitas son misericordiosos. Vamos a rendirnos ante el rey de Israel, llevando sacos en la cintura y cuerdas en la cabeza. Quizá os deje vivir”.
¿Acaso los salvaron los dioses de las naciones que mis antepasados destruyeron, los dioses de Gozán, Harán, Rezef y el pueblo de Edén, que vivía en Telasar?
Señor, tú eres mi fuerza y mi fortaleza, mi lugar seguro en el tiempo de angustia. Vendrán a ti naciones de toda la tierra, y dirán: “¡La religión de nuestros antepasados era una total mentira! Los ídolos que adoraban eran inútiles, no servían para nada.
¡Esto es un desastre para nosotros! ¿Quién nos salvará del poder de estos poderosos dioses? Estos son los dioses que atacaron a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.