Tan pronto como llegó a ser rey y se instaló en su trono, mató a toda la familia de Basá. No dejó ni un solo varón vivo, ni de sus parientes ni de sus amigos.
Ahora presta atención, porque como resultado de esto voy a traer el desastre a la casa de Jeroboam. Exterminaré totalmente a cada uno de tus descendientes en Israel, ya sea esclavo o libre. Quemaré la casa de Jeroboam como un hombre que quema desechos hasta que todo desaparezca.
Tan pronto como llegó a ser rey, mató a todo el resto de la familia de Jeroboam. No dejó con vida a ninguno de los descendientes de Jeroboam: los destruyó a todos, como el Señor había dicho por medio de su siervo Ahías el silonita.
Adoní Bezec dijo: “Tuve setenta reyes con los pulgares y los dedos gordos de los pies cortados recogiendo las sobras de debajo de mi mesa. Ahora Dios me ha devuelto de la misma manera lo que les hice a ellos”. Lo llevaron a Jerusalén, donde murió.
Por el contrario, vive el Señor, el Dios de Israel, que me ha impedido hacerte daño, si no hubieras salido corriendo a mi encuentro, definitivamente no habría quedado vivo ni uno solo de los hombres de Nabal al amanecer”.