Esa no es la intención. Pero un hombre llamado Seba, hijo de Bicri, de la región montañosa de Efraín, se ha rebelado contra el rey, contra David. Entrega a este hombre y me retiraré de la ciudad”. “Bien”, respondió la mujer, “su cabeza será arrojada por encima del muro para ti”.
Este es el relato de los trabajos forzados que el rey Salomón impuso para construir el Templo del Señor, su propio palacio, las terrazas y la muralla de Jerusalén, así como Hazor, Meguido y Guézer.
Una vez que la hija del faraón se trasladó de la Ciudad de David al palacio que Salomón había construido para ella, éste construyó las terrazas de la ciudad.
Cuando Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los asdoditas, oyeron que la reparación de las murallas de Jerusalén avanzaba y que se estaban rellenando los huecos, se pusieron furiosos.
Señor, tú tienes la mano levantada, pero ellos no lo ven. Que vean tu apasionado compromiso por tu pueblo y se avergüencen; ¡que el fuego reservado para tus enemigos los destruya!