Dios también animó a Rezón, hijo de Eliada, a oponerse a Salomón. Había huido de su amo Hadad, rey de Soba. Después de que David destruyó el ejército de Soba,
Los amonitas establecieron sus líneas de batalla cerca de la entrada de la puerta de su ciudad, mientras que los arameos de Soba y Rehob y los hombres de Tob y Maaca tomaron posiciones por su cuenta en los campos abiertos.
David dijo a Abisai y a todos sus oficiales: “Miren, si mi propio hijo está tratando de matarme, ¿por qué no va a quererlo aún más este Benjamíta? Déjenlo en paz; que me maldiga, porque el Señor se lo ha dicho.
El faraón le preguntó: “¿Hay algo que te haya faltado aquí conmigo para que ahora quieras volver a tu país?” “No, no hay nada”, respondió Hadad, “pero por favor, déjame volver a mi país”.
Entonces Asa tomó toda la plata y el oro que quedaba en los tesoros del Templo del Señor y del palacio real. Lo entregó a sus siervos y los envió a Ben-hadad, hijo de Tabrimón, hijo de Hezión, rey de Aram, que vivía en Damasco, junto con este mensaje:
Entonces los amonitas se dieron cuenta de que realmente habían sido ofensivos con David. Así que Hanún y los amonitas enviaron mil talentos de plata para contratar carros y sus conductores de Aram-naharaim, Aram-maaca y Soba.
Para que se cumpliera la profecía del Señor dada a través de Jeremías, el Señor animó a Ciro, rey de Persia, a emitir una proclama en todo su reino y también a ponerla por escrito, diciendo:
El Señor responde: “¿No te has enterado? Lo decidí hace mucho tiempo; lo planeé en los viejos tiempos. Ahora me estoy asegurando de que ocurra, de que derribes las ciudades fortificadas hasta convertirlas en montones de escombros.
Atacarás a mi pueblo Israel como una nube que cubre la tierra. Gog, en los últimos días te enviaré a atacar mi tierra, para que las naciones me reconozcan como santo cuando me revele ante ellas por lo que hago a través de ti.