Todo el pueblo de Israel quedó registrado en los registros de las genealogías del libro de los reyes de Israel. Pero el pueblo de Judá fue llevado al cautiverio en Babilonia porque había sido infiel.
Deportó a toda Jerusalén, a todos los comandantes y a los soldados experimentados, a todos los artesanos y a los trabajadores del metal, un total de diez mil prisioneros. Sólo quedó la gente muy pobre del país.
Se llevó a Joaquim al exilio en Babilonia, así como a la madre del rey y a las esposas del rey y a sus funcionarios y a los principales hombres del país, a todos los deportó de Jerusalén a Babilonia.
El rey de Babilonia también deportó a Babilonia a los siete mil hombres de combate y a los mil artesanos y metalúrgicos, todos ellos fuertes y preparados para la batalla.
Los hijos de Ulam eran fuertes guerreros y hábiles arqueros. Tuvieron muchos hijos y nietos, un total de 150. Todos ellos fueron los hijos de Benjamín.
Entonces el Señor envió a los ejércitos de Asiria con sus comandantes para que los atacaran. Los asirios capturaron a Manasés, le pusieron un garfio en la nariz, le pusieron grilletes de bronce y se lo llevaron a Babilonia.
Esta es una lista de los exiliados judíos de la provincia que regresaron del cautiverio después de que el rey Nabucodonosor se los llevara a Babilonia. Volvieron a Jerusalén y a sus propias ciudades en Judá.
Los que procedían de las ciudades de Tel-mela, Tel-Harsa, Querub, Addán e Imer no podían demostrar su genealogía familiar, ni siquiera que eran descendientes de Israel.
Los líderes del pueblo ya vivían en Jerusalén. El resto del pueblo echó suertes para que uno de cada diez viniera a vivir a Jerusalén, la ciudad santa, mientras que los otros nueve se quedarían en sus propias ciudades.
Mi Dios me animó a que todos -los nobles, los funcionarios y el pueblo- vinieran a registrarse según su genealogía familiar. Encontré el registro genealógico de los que habían regresado primero. Esto es lo que descubrí escrito allí.
Entonces Nabuzaradán, el comandante de la guardia, se llevó a Babilonia al resto del pueblo que se había quedado en la ciudad, junto con los que habían desertado y se habían pasado a él.
El Señor le permitió derrotar al rey Joacim, y también para llevarse algunos de los objetos utilizados en el Templo de Dios. Los llevó de vuelta a Babilonia, a la casa de su dios, colocándolos en el tesoro de su dios.