Sin embargo, si adviertes a los que viven bien que no pequen, y ellos no pecan, vivirán con seguridad, porque prestaron atención a tu advertencia, y tú te habrás salvado: no morirás”.
Aunque ustedes tengan miles de instructores cristianos, no tendrán muchos padres. Y fue en Cristo Jesús que yo me convertí en padre al compartir la buena noticia con ustedes.
Por eso les envié a Timoteo, mi hijo fiel en el Señor y a quien amo. Él les recordará la manera como yo sigo a Cristo, así como siempre lo enseño en cada iglesia que visito.
Y al decirles esto quiero que se sientan avergonzados. ¿Qué? ¿Acaso no pueden encontrar a una persona sabia entre ustedes que pueda arreglar la disputa que tienen?
Pero yo no he hecho uso de ninguna de estas provisiones, y no escribo esto para insinuar que se haga en mi caso. Preferiría morir antes que alguien me quite la honra de no haber recibido ningún beneficio.
Quizás ustedes están pensando que todo este tiempo hemos estado tratando de defendernos a nosotros mismos. No, hablamos de Cristo ante Dios. Todo lo que hacemos, amigos, es por beneficio de ustedes.
No lo digo para condenarlos a ustedes, pues como ya les dije, ustedes son muy importantes para nosotros, tanto, que estamos dispuestos a vivir y morir con ustedes.
A todos les estamos hablando sobre él, instruyéndolos y enseñándoles de la mejor forma que conocemos para poder traer a todos ante Dios con plena madurez en Cristo.
Saben cómo nos interesamos por cada uno de ustedes como un padre que cuida de sus propios hijos. Los animamos, los consolamos, y compartimos con ustedes nuestra experiencia
Los exhortamos, hermanos y hermanas, a que adviertan a los que son perezosos, animen a los que están ansiosos, ayuden a los débiles, y sean pacientes con todos.
Queridos hijos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos a alguien que nos defiende ante el Padre, a Jesucristo, que es verdaderamente justo.