Y si todo el cuerpo fuera un ojo, ¿cómo podríamos escuchar? O si todo el cuerpo fuera un oído, ¿cómo podríamos oler?
¿Creen que el creador del oído no puede oír? ¿Acaso creen que el creador de los ojos no puede ver?
El Señor nos dio orejas para oír y ojos para ver.
O si el oído dijera: “Como no soy un ojo, no soy parte del cuerpo”, ¿dejaría de ser parte del cuerpo?
Pero Dios ha dispuesto cuidadosamente cada parte en el cuerpo, hasta la más pequeña, y las ubicó tal como quiso hacerlo.
El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”, o la cabeza decirle al pie: “no te necesito”.
No todos son apóstoles, o profetas, o maestros, o capaces de hacer milagros.
(Antiguamente, en Israel, alguien que iba a consultar a Dios decía: “Ven, vamos a ver al vidente”, porque a los profetas se les solía llamar videntes).