No pueden beber la copa del Señor y también la copa de los demonios; así como no pueden comer en la mesa del Señor y también en la mesa de los demonios.
Elías se acercó al pueblo y les preguntó: “¿Hasta cuándo van a andar cojeando, dudando entre dos creencias opuestas? Si el Señor es Dios, entonces síganlo. Pero si Baal es Dios, entonces síganlo”. Pero la gente no respondió.
Pero los que abandonan al Señor y se olvidan de mi monte santo, los que preparan fiestas para el dios de la buena suerte, los que llenan jarras de vino mezclado para el dios del destino,
¿Por qué me hacen enojar con lo que hacen, quemando incienso a otros dioses en Egipto, donde han venido a vivir? Porque si esto sucede serás destruido, y te convertirás en una palabra de maldición, en una expresión de condena entre todas las naciones de la tierra.
Nadie puede servir a dos amos. Odiarán a uno y amarán al otro, o serán devotos a uno y despreciarán al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y al dinero a la vez.
Cuando damos gracias a Dios por la copa que usamos en la Cena del Señor, ¿acaso no participamos de la sangre de Cristo? Y cuando partimos el pan de la comunión, ¿acaso no participamos del cuerpo de Cristo?
Si otro creyente te ve a ti, que tienes un “mejor conocimiento”, comiendo alimentos en un templo donde hay ídolos, ¿no se convencerá, esta débil conciencia, de comer alimentos sacrificados a ídolos?