Entonces les tocó los ojos y les dijo: ―Que se haga con ustedes conforme a su fe.
―¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.
―Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado. Al momento, recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: ―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Y la mujer quedó sana en aquel momento.
Luego Jesús le dijo al capitán romano: ―¡Ve! Todo se hará tal como creíste. Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.
Jesús sintió compasión de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó: ―¿Creen que puedo sanarlos? ―Sí, Señor —le respondieron.