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Referencias Cruzadas

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Mateo 8:2

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Un hombre que estaba enfermo de lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. ―Señor, si quieres, puedes sanarme —le dijo.

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37 Referencias Cruzadas  

El siervo se arrodilló delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó— y se lo pagaré todo”.

La mujer se acercó y, arrodillándose delante de él, le suplicó: ―¡Señor, ayúdame!

En ese momento los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se arrodillará ante Dios, lo adorará y dirá: «¡Realmente Dios está entre ustedes!».

Al llegar Pedro a la casa, Cornelio salió a recibirlo y, arrodillándose delante de él, le rindió homenaje.

―Creo, Señor —declaró el hombre. Y, arrodillándose, lo adoró.

Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban.

Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio».

Estaba Jesús en Betania, en casa de Simón llamado el Leproso.

Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó juntamente con ellos a Jesús y, arrodillándose, le pidió un favor.

Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: ―Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.

Y, por la falta de fe de ellos, no hizo allí muchos milagros.

Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo: ―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá.

Entonces me arrodillé a sus pies para adorarlo. Pero él me dijo: «¡No, cuidado! Soy un servidor como tú y como los creyentes que se mantienen fieles al mensaje de Jesús. ¡Adora solo a Dios! El mensaje de Jesús se comparte con otros por medio del poder del Espíritu».

En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron.

Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, sanen de su enfermedad a los que tienen lepra, echen fuera a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis denlo gratuitamente.

―Todo esto te daré si te arrodillas y me adoras.

Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron muchísimas personas.

Los discípulos fueron a despertarlo. ―¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

―¡De ninguna manera, Señor! —respondió Pedro—. Jamás he comido algo impuro o prohibido por nuestra Ley.




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