Se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: ―Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el maestro de la Ley? ¿Dónde el filósofo de esta época? Dios ha convertido en locura la sabiduría de este mundo.
Es posible que me quede con ustedes algún tiempo, y tal vez pase allí el invierno, para que me ayuden a seguir el viaje a dondequiera que vaya.