Le tocó la mano y la fiebre se le quitó; luego ella se levantó y comenzó a servirle.
Pero él la tomó de la mano y le dijo: ―¡Niña, levántate!
Jesús le tuvo compasión, así que extendió la mano, tocó al hombre y le dijo: ―Sí, quiero. ¡Queda sano!
Jesús sintió compasión de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
y le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y quienes lo tocaban quedaban sanos.
Entonces les tocó los ojos y les dijo: ―Que se haga con ustedes conforme a su fe.
En esto, una mujer que hacía doce años que sufría de constantes derrames de sangre se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto.
Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda sano! Y al instante quedó sano de la lepra.
Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de este en cama, con fiebre.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra echó fuera a los espíritus, y también sanó a todos los enfermos.
Tan pronto como salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.