El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del Templo, y le dijo: ―Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí.
Pero no incluyas el patio exterior del templo; no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones que no creen en Dios. La gente de estas naciones ocupará la ciudad santa durante cuarenta y dos meses.
―No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba —le contestó Jesús—. Por eso el que me puso en tus manos es culpable de un pecado más grande.