Por eso, cuando ya no pude soportarlo más, mandé a Timoteo para saber si ustedes seguían confiando en Jesús. Tenía miedo de que el diablo los hubiera tentado a hacer lo malo y que nuestro trabajo con ustedes hubiera sido inútil.
No tengas miedo de lo que estás por sufrir. Debes saber que el diablo meterá en la cárcel a algunos de ustedes. Lo hará para ponerlos a prueba; y tendrán que sufrir durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
Que ninguno de ustedes tenga relaciones sexuales prohibidas, ni desprecie a Dios, como lo hizo Esaú. Este, por un solo plato de comida, vendió sus derechos de hijo mayor.
El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del Templo, y le dijo: ―Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí.
Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: ―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
Y el ángel le dijo: ―El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios.
Además, muchos demonios salían de las personas, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los reprendía y no los dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo.
Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien Silvano, Timoteo y yo predicamos entre ustedes, siempre fue claro. Él nunca dijo «sí», para luego decir «no», y siempre cumplió lo que dijo.
Lo que yo era antes fue crucificado con Cristo, y ya no soy esa persona, sino que Cristo vive en mí. Ahora vivo en este cuerpo confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.
En Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos. Por eso, sigamos confiando firmemente en la noticia que anunciamos.
No se sabe nada de quién es su padre ni su madre ni sus antepasados. Tampoco se sabe nada del comienzo y fin de su vida. Por eso se parece al Hijo de Dios, que permanece como sacerdote para siempre.
El que vive pecando pertenece al diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir lo que hace el diablo.