Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para enterrar allí a los extranjeros.
Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La Ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre».
Por eso se le ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy.