―Llévense una guardia de soldados —les ordenó Pilato— y vayan a asegurar la tumba lo mejor que puedan.
Así que ellos fueron, cerraron la tumba con una piedra y la sellaron; y dejaron puesta la guardia.
Por eso, ordene usted que se selle la tumba hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se roben el cuerpo y le digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.