Entonces tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo, gritando a voz en cuello: ―¡Hosanna! ―¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ―¡Bendito el Rey de Israel!
De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la Ley. ―Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!
La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él. ―Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Elegido.