Al ver esto, los discípulos se enojaron. ―¿Para qué este desperdicio? —dijeron—.
Algunos de los presentes comentaban enojados: ―¿Para qué este desperdicio de perfume?
Cuando lo oyeron los otros diez, se enojaron con los dos hermanos.
Entonces se le acercó una mujer con un frasco muy fino lleno de un perfume muy caro. Y, mientras Jesús estaba sentado a la mesa, la mujer derramó el perfume sobre su cabeza.
Podía haberse vendido este perfume por mucho dinero para darlo a los pobres.