Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.
Si hablan mal de nosotros, los tratamos con gentileza. Se nos considera la basura de este mundo, los deshechos de la gente. Y esto no ha cambiado hasta el día de hoy.