Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo.
Tres veces le rogué al Señor que me lo quitara.
Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.
Y, al orar, no hablen solo por hablar como hacen los incrédulos, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras.
Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño.
Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.