―Aunque todos te abandonen —declaró Pedro—, yo jamás lo haré.
―Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.
No hagan nada por egoísmo o por orgullo. Más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.
Ámense los unos a los otros como hermanos. Trátense entre ustedes con respeto y honor.
―Aunque todos te abandonen, yo no —declaró Pedro.
Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro: ―Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? ―Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro. ―Apacienta mis corderos —le dijo Jesús.
Pero, después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea».
―Te aseguro —le contestó Jesús— que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.